“A los 8 años ganó su primer premio con un poema y un dibujo, alentado por la erudición de su tío Pedro Florez, e inspirado en la vida febril de Getsemaní, el antiguo barrio cartagenero de esclavos negros que le vio nacer, un 30 de enero de 1949. Hijo único de Inés Romero, negra descendiente de dominicanos, y Clemente Julio, capitán de barcos”.
Por: Arturo Rodríguez Bobb
El Caribe colombiano fue desde la
llegada de los españoles (etnocentristas jerárquicos dominadores) una invención
europea. Tanto su nombre, por ejemplo, el de la ciudad de Cartagena y su
historia, la “del paseo de los mártires” y su literatura fueron impuestos por
una orden imperial-monárquica que construyó su “Otro” (el mismo, el
afrodescendiente), para mejor manipularlo. Desde el siglo XIX hasta nuestros
días, sin embargo, hay intentos tanto desde la sociología sobre los
afrodescendientes, (Rodríguez Bobb, A. (2005): La nación en cuestión. La
homogeneización cultural y racial en Cartagena (Colombia). Exclusión,
integración e inclusión, como desde el mismo discurso poético a través de
Candelario Obeso, Jorge Artel, Pedro Blas Julio Romero, Ashanti Dinah Orozco
Herrera y Rafael Bashir Orozco Figueroa, de descolonizar esta zona
transfronteriza.
El reconocido poeta afrodescendiente
sin fronteras, Pedro Blas Julio Romero, escribe sobre nuevas formas de pensar,
ver y sentir la Cartagena de las y los afrodescendientes. “A los 8 años ganó su
primer premio con un poema y un dibujo, alentado por la erudición de su tío
Pedro Florez, e inspirado en la vida febril de Getsemaní, el antiguo barrio
cartagenero de esclavos negros que le vio nacer, un 30 de enero de 1949. Hijo
único de Inés Romero, negra descendiente de dominicanos, y Clemente Julio,
capitán de barcos”.
Pedro Blas Julio Romero es poeta,
pensador y escritor. Desde mediados del siglo XX forma parte de diversas
instancias organizativas del pueblo afrodescendiente o interculturales en la
ciudad de Cartagena. En la actualidad, trabaja en una novela y es promotor
cultural.
En Facebook, Pedro Blas Julio Romero,
publica el 23 de octubre de 2017:
Descolonizar la ciudad de Cartagena
Te lo estoy diciendo hace mucho
rato. Tienes que aguzarte negro. El racista no quiere verte. Has de ser para el
mismo una pila de mierda. Puedes recordar con los primeros futbolistas negros
cuando anotaban un gol, donde ni a las tribunas ni a sus compañeros de cancha
les valía un chingo aquello. ¿ no ves que era un negro? Una pila de mierda?
Siendo que anterior proceder no abandonaran jamás. Es su tónica, la que no
abandonaran jamás. Ante todo acá en estas desgraciadas patrias de Simón Bolívar
hijueputandose entre todos a todo momento. Donde se da el racismo más infame y
maldito por ser el de mayor miseria más hipócrita.
Vieras cómo se complacen, y con
alevosía celebrándose entre estos el chiste racista provinciano de mal gusto,
de ese mismo provincianismo racista burlón. Les vieras a estos engendros lo más
de felices en diversión a carcajada festejando la desconsiderada afrenta
escarnecedora , la que hiere, la de la burla que saca roncha. Porque cuando te
tienen de burla te tienen de cagadero. La del ultraje, el irrespeto. La misma
antipatía de engreimiento feudal de una perfidia de “corronchos” con platica
ensañándose con los negros. Algo que no va a desaparecer nunca de acá. Vas a
tener que aguantar, escúchame bien negro, aguantar por mucho tiempo tales
fetideces racistas. ¿Porque no copias a los del Ku-Klux-Klan, que salen
encapuchados a asar vivos a los negros ofreciéndoselos colgados a su cristo?
¿Porque no copias a los judíos? Los
judíos que a nombre del ETERNO, salen a matar. No descansan estos. Se relevan
por generaciones buscando por el entero globo terráqueo a los que pretendían
sacarlos del planeta. A los que pretenden cogerlos de cagadero como cogen a los
negros acá. Grábate más bien lo de los ancestros negros que proclamaban—:¡a
quién intente sitiarte…! ¡sitiale tú…! Unos negros en Europa ya regresaron con
algo empezado en los años 80 y salen a cazar nazis y toda suerte de racistas.
Eso debe empezar acá…Te estás demorando mucho negro… No continúes poniendo la
mejilla que eso lo aconsejan los traficantes de negros… Ya padre Oggún, en la
primera foto aquí te está indicando algo… cumple-le.
Pedro Blas Julio Romero ha escrito
un texto valiente, con un lenguaje sincero y desestructurador sobre el racismo
de los “blancos-mestizos”, de los afrodescendientes intelectuales de clase
media, hipócritas, excluyentes, que aún arrastran complejos. Pedro Blas dice:
“Donde se da el racismo más infame y maldito por ser el de mayor miseria más
hipócrita. Vieras como se identifican entre si estos racistas. Vieras como se
complacen, y con alevosía celebrándose entre estos el chiste racista
provinciano de mal gusto, de ese mismo provincianismo racista burlón. Les
vieras a estos engendros lo más de felices en diversión a carcajada festejando
la desconsiderada afrenta escarnecedora, la que hiere, la de la burla que saca
roncha.
El texto de Pedro Blas expone los
problemas del imaginario de lo “masculino”, del conflicto psicosocial y los
mecanismos de defensa del agresor, del “descolonizador o de los
descolonizadores” no descolonizados, del racista o los racistas en Cartagena,
que aún padecen y esconden sus problemas de tipo étnico-sexual identitarios,
que no son ni primariamente de época colonial, sin embargo, sus portadores aún
se relacionan como si estuvieran en la Colonia. Lo que Pedro Blas sin
proponérselo, ha demostrado en este texto, que la hermenéutica freudiana y
junguiana son imprescindibles para comprender aspectos centrales con respecto a
la subjetividad agresora; pero está claro que tanto Freud como Jung, en este
sentido, no son suficientes.
Mi preocupación en esta
intervención, muy por el contrario, es la de contribuir a una proyección
concepcional (epistémica y política) ante este tipo de agresiones, alrededor de
la sociedad y en la sociedad cartagenera alternándola en centros de estudios,
paralela e interactuante con cierto tipo de proceso que llamo desmontaje,
deconstruccionista. La opción deconstruccionista es la opción que surge enfrentando
a la persona agresora y, al mismo tiempo, desenmascarando la agresión (es
decir, hacerla pública). En este sentido, la experiencia de nuestras vidas,
historias personales e inserciones sociales, ilustrarán los espacios en los
cuales la opción deconstruccionista podría formularse. Este aspecto,
igualmente, se extendería a otras instancias en la que muchas personas en
Cartagena, verdaderamente descolonizadas, en forma conjunta, trabajarían con
proyectos académicos y no académicos. Esta claro, que en Cartagena es díficil
aliarse para semejante proyecto, pues, la mafia facio-lince y la del suero,
ejercen una fuerte influencia sobre un porcentaje alto de la población
cartagenera.
Articulando, las personas agredidas
deberían de ocuparse en hacer una defensa de la dignidad humana y, al mismo
tiempo, un análisis sobre la agresión (describirla), el sujeto agresor y el
sujeto agredido. No analizar al agresor desde una perspectiva unilateral, sino
que traten de que un mayor número de personas tanto como puedan concientizar,
entiendan la dimensión de la agresión. Que el agredido o los agredidos procuren
analizar esta agresión, no para atacar al agresor, sino para demostrar el
contenido de su falacia. Conceptualmente, falacia quiere decir engaño, fraude o
mentira con que se intenta dañar a una persona (con actos racistas). O, con el
clásico hábito de emplear falsedades en daño ajeno, por ejemplo, con las
siguientes palabras: huevón; pendejo; gilberto; el envíado del gobierno se los
mete; uribista; moimerto; mamerto; se le moja la canoa; bateman reparte foticos
por email rifando sus glúteos; albertico tan delgadito él, es el masajista de
los boxeadores; cuando se ha tomado unos tragos, hasta hasta el buen plante
pierde; a fulano de tal le dicen la boba, pues, el moco no se le levanta; se
las da de muy macho, visitando búrdeles, pero, que va!, si los visitadores de
búrdeles son homosexuales; ese man se la pasa de mujer en mujer, ya una mujer bien
brava, le dijo, que más bien se busque a un macho para que lo enderece; ese
carajo mete tanto alcohól, que ya está alcoholizado, como será, que hasta el
aro lo tiene hincho; te doy en la cara marica; etc.
De otro modo, la opción
deconstructivista que debe cumplirse no se encuadra en las opciones de derecha,
centro o de izquierda. Es literalmente otra cosa: la opción deconstructivista
precisamente, como la derecha, la izquierda o el centro, abunda en su propia
diversidad. En este sentido, la opción descolonizadora navega impulsada por su
propio interés aclaratorio, en otras palabras, esto implica que en lugar de
ateneese (el agredido o la agredida) al contenido-espectáculo de la agresión,
debería abocarse a mostrar las reglas de juego de la falacia y, la necesidad,
desde luego, de deconstruirla), desmontarla o desestructurarla. La falacia está
centrada precisamente sobre el concepto de exterioridad e interioridad, es
decir, es una fachada pública, que argumenta en términos de colonización y que
justifica su accionar hacia una táctica definida dentro de los propósitos
imperiales: intimidar!. De este modo, el pensamiento de los sujetos agresores
(que señala, en su texto Pedro Blas, ya no es el de un humanista,
descolonizador, sino, que él, (ella ellos o ellas), se sitúan dentro de las
estrategias del colonialismo y del imperialismo epistemológico.
En este sentido, la agresión contra
la subjetividad del afrodescendiente agredido (en el texto de Pedro Blas) por
parte del sujeto agresor o de los sujetos agresores, tiene un contenido de
capital importancia a analizar dentro del mundo de la colonización.
Precisamente, cuando el agresor agrede la subjetividad del afrodescendiente
está recurriéndo fundamentalmente a la tradición castellana mantenida por la
élite de la clase media mafiosa blanco-mestiza-afrodescendiente en Cartagena:
no obstante el color de la piel de la subjetividad agredida (el
afrodescendiente), la subjetividad agresora lo reafirma negro y como negro lo
agrede. Es más, desde este punto de vista, también intenta colonizarlo. Como se
ve, la subjetividad agresora, asume un argumento construido a partir del cuerpo
“negro”, humillado por la conceptualización racial trasvasada al orden de la
esfera pública: conceptualización erigida sobre un aparato conceptual
construido a partir de la mente del sujeto agresor en detrimento contra los
cuerpos de las personas negras que, la agresión, expulsa de la plena humanidad.
Articulando: Por esta misma razón, el derecho internacional, los derechos del
hombre y del ciudadano y los derechos humanos universales son, precisamente,
derechos asignados a ciertas personas, mientras que para otras personas se
necesitan derechos especiales, no universales: derechos de la mujer, derechos
indígenas, y ley 70 para la comunidad negra en Colombia, etc. Pero, estos
derechos y estas leyes, las agresoras y los agresores se los pasan por la faja,
los pisotean.
En consecuencia, la falacia es una
conceptualización imperial, que trata por todos los medios de marginar al
ofendido. No obstante, ella, genera en el ofendido una reacción de toma de
conciencia, que en este sentido implica, asumir la posición de estar y de ser
frente a la agresión, re-articulándolo y re-orientándolo. En efecto, a partir
de este instante, y, a través de la agresión, el sujeto agredido se vuelve
hacia el sujeto agresor para dar comienzo a su opción descolonizadora
(epistémica, política y ética). Por eso y con justeza, Frantz Fanon cierra su
ensayo: Piel Negra, Máscaras Blancas (1970), con una plegaria: “¡oh, cuerpo, hazme
siempre un hombre que pregunta!”
Así las cosas, millones y millones
de personas son agredidas en la sociedad cartagenera, del Caribe colombiano y
mundial. Sin embargo, estas se guardan la agresión sufriendo silenciosamente.
De ahí la importancia de la deconstrucción, del desmontaje, de la estima, la
autoestima y del coraje desde el punto de vista liberador. Este corto
comentario propone que las personas ofendidas lleven a las subjetividades
agresoras (con nombre y apellidos) a la condena pública, así como lo está
haciendo Pedro Blas Julio Romero; no hay otra alternativa. Al que degenere
biografías de personas hay que condenarlo públicamente.
Al unir Pedro Blas Julio Romero, la
poesía, el ensayo y la denuncia contra las prácticas racistas en la ciudad de
Cartagena, no solo quiere difundir las ideas sobre la descolonización, sino
también mostrar que la forma en que él concibe actualmente al arte en la ciudad
de Cartagena, ese, no aporta estimulantes rutas para explorar conjuntamente
cómo se descoloniza una sociedad desde las artes y, a la vez, cómo las
relaciones interraciales pueden descolonizarse.
Pedro Blas Julio Romero recoge el
accionar de las y los intelectuales afrodescendientes en Cartagena. La
inclusión, dice, no está en los afrodescendientes que la esgrimen como apología
de su libertad y antirracismo, sino que son las y los intelectuales
afrodescendientes de la clase media cartagenera quienes quieren ir hacia atrás,
manteniendo el combate contra la exclusión social y racial atrasado. La
progresiva regresión colonial, por lo tanto, es una continúa labor de
auto-engaño, en que la cultura colonizadora se aleja cada vez más de su verdad.
El colonizado, en cambio, sabe que la visión del mundo y el discurso del
colonizador son falsos, como aquel titulo de un libro: ¿Descolonizándonos?
La descolonización del colonizado,
en este sentido, ya se avizora cuando la (auto)colonización del colonizador, en
realidad, apenas ha comenzado. Lo que la pequeña burguesía afrodescendiente,
arribista, conservadora y derechista en Cartagena, no le perdona al pensador y
poeta, Pedro Blas Julio Romero, no es el haberlos desenmascarados, sino,
denunciado, su falsedad, contra las y los afrodescendientes deconstructores,
verdaderos des-colo-ni-za-do-res. El valor de Pedro Blas Julio Romero es
haberlos confrontados y haberles dicho de frente: ¡basta! De seguir aplicando a
las y los afrodescendientes críticos en Cartagena: procedimientos
colonialistas, que hasta ahora solo provenían de los blancos y mestizos
racistas!
El alcance del contenido de una
poesía o de un libro descolonizador trasciende su propia época, y muchas veces,
en el mejor de los sentidos, al autor mismo: el juicio más acertado de su valor
proviene justamente de la sanción y el veto que le infligen los racistas blancos,
mestizos y, ahora de moda, de los afrodescendientes arribistas en Cartagena.
Las poesías y los libros críticos, aquellos cuyos análisis determinan los
debates de una época, están todavía mucho más expuestos y son más excluidos a
esa prueba. En ese sentido la obra de Pedro Blas Julio Romero es un modelo.
Este escritor, pensador e intelectual afrodescendiente del Caribe, denuncia en
sus poesías, ensayos y novela la condición inaceptable de las y los
afrodescendientes colombianos, “decolonialistas”-co-lo-ni-za-do-res -aliados
con los neoliberales y ultraderechistas-, cuyos orígenes africanos, han sido
explotados y humillados durante siglos. Pero también, a través de esos ataques
esquizofrénicos, desarrolló un discurso que es un llamado a la dignidad y la justicia
para todas y todos (incluso, para todos aquellos que padecen trastornos
hormonales, producto del consumo etílico) con una sorprendente actualidad. Como
si precisamente la época tuviera la virtud de recuperar el vigor del grito
libertario para darle mayor retumbe y valor a las palabras del poeta.
Al momento de su publicación, Las
Cartas del Soldado Desconocido, (1971) y Poemas de la Calle de Lomba, (1988),
de Pedro Blas Julio Romero suscitaron tanto entusiasmo como rechazo. A menudo
excluido social y racialmente, el escritor no participó en polémicas inútiles
ni en discusiones mundanas. Confiado en lo justo de su causa y en el alcance de
su palabra, no eludió los combates más intensos del momento, incluso, iba al
encuentro, allí donde otros afrodescendientes que viven de las vacaciones de la
corrupción, presentaban (presentan) los escritos de otros como si fueran de sus
autorías. Hoy es necesario reconocer que sus libros, ensayos y artículos no han
perdido vitalidad y que muchos de los problemas socio-económicos y raciales que
vienen de la Colonia están presentes en su obra, lograda, como lo confesó él
mismo, a fuerza de observar el ayer y el hoy.
El triste encuentro desencuentro que
marcó el comienzo de Pedro Blas Julio Romero como personaje público en
Cartagena fue el siguiente: el Prof. Dr. Mark Sanders (afronorteamericano,
especialista en literatura y poesía afro, de la Universidad Emorty, Georgia,
Atlanta) llegó directamente a esa ciudad atraido por la escritura del poeta
afrodescendiente cartagenero, donde permaneció algunos días, sin embargo, no
faltaron los oportunistas para hacerse de la presencia de tan prestigioso
acádemico y desplazar a pérfiles secundarios a Pedro Blas Julio Romero. Antes
de llegar a Cartagena, el profesor Sanders, ya se había informado sobre el
poeta del barrio Getsemaní, la obra de Pedro Blas, lo había impactado! No
obstante el Prof. Dr. Sanders, descubrió las reflexiones del poeta cartagenero
y, sobre todo, su obra completa. No dudó en calificar su obra literaria como “el
mayor monumento lírico de los siglos XX-XXI, del Caribe colombiano”.
Para ambos hombres afrodescendientes
y verdaderos descolonialistas, el encuentro resultó trascendental, pero además
fue el primer reconocimiento a una obra hasta entonces situada en perfiles
silenciosos. En Poetas Siglo XXI – Antología Mundial + 20.000 Poetas, el editor
Fernando Sabido Sánchez, (2012), escribió su famoso texto: “Pedro Blas Julio
Romero (…). Vive en Gesetmaní, barrio emblemático de las luchas sociales, al
que llama ‘solemne desorden untado de vida’. Al lado de su producción
literaria, dirige un taller de poesía en una emisora cultural universitaria y
hace parte de un programa enciclopédico investigativo acerca del latin jazz y
la música afrolatina. A comienzos de los años sesenta sostuvo un intercambio
epistolar con los poetas nadaistas y vivió con intensidad la revolución juvenil
de esa época. Con el libro ‘Rumbos’ obtuvo el premio nacional de poesía Jorge
Artel 1993”.
En abril de 2016, retorna a Bogotá,
invitado por la Profesora Dra. Graciela Maglia, a las sesiones Herencia
Africana: Poéticas del Caribe Poscolonial, Decenio Internacional de los
Afrodescendientes, organizadas por el Instituto Caro y Cuervo, las Naciones
Unidas y la Universidad Javeriana. En esa introducción a Pedro Blas Julio
Romero, Sabido Sánchez, hace un elogio al poeta y a su poema largo: “una
creación crítica frente al orden social reivindicativa y poblada de referentes
populares. Su estética neobarroca y su entramado africano y amerindio dan
cuenta de una memoria de resistencia en el microcosmos de Getsemaní, al
equiparar este barrio-arrabal de Cartagena con el continente americano. El
delito de su héroe es ser negro, costeño, hijo natural —(que cosa tiene la
vida, todas las personas venimos a este mundo así, nacemos de forma natural,
salvo que se presente un imprevisto)—, proceder de un barrio pobre y sobre
todo, haber soñado un cuerpo“.
Tal como escribió el profesor Mark
Sanders y Fernando Sabido Sánchez acerca del poeta afrodescendiente Pedro Blas Julio
Romero: “la palabra de Pedro Blas, hermosa y vigorosa como el sol naciente,
verdaderamente descolonizadora”. Ese poema largo, agitado, torturado, violento
y gracioso, cínico y agresivo, tierno y amenazador, se publicó en Bogotá por la
revista Nadaismo 70, pero sin lograr mayor resonancia; tenía una circulación
restringida y, por otra, la agitación social del 68, naturalmente acaparó la
atención de las personas. Sin embargo, ese texto fundamental es la
manifestación poética de las angustias y de las reflexiones del joven
intelectual cartagenero en la década del 70, quien muestra con orgullo al
lector su revuelta y una nueva forma de ser al mundo: un afrodescendiente
descolonizado.
En efecto, esa ciudad de Cartagena
fue uno de los numerosos lugares de destino de las esclavas y los esclavos
negros llevados a las colonias de los países occidentales por medio del
comercio triangular. Ese sistema consistía en paliar la falta de mano de obra
local con la importación de esclavas y esclavos de África. Junto con los seres
humanos de piel negra, llegaron los cantos y las maneras de cocinar, la ropa y
los imaginarios, las culturas que sobreviven y se mezclan hasta el día de hoy.
Pedro de Heredia pudo haber llegado a Cartagena en 1553. La ciudad de
Cartagena, aunque no representaba una enorme apuesta económica, constituyó un
importante centro colonial para los usurpadores españoles y para el comercio de
seres de piel negra arrastrados desde África. En nombre de la monarquía
española, los colonialistas tomaron posesión del territorio. Siguieron cuatro
siglos de explotación y esclavización contra los seres humanos de África negra
por parte del poder colonial. De ello se desprende una estructura social que
proviene de una división racial: una ínfima minoría de blancos dirigía el
destino de una gran mayoría de seres humanos de piel negra, con muy pocos
mestizos entre los dos grupos. Actualmente, esa estructura prevalece. Hasta la
mal llamada “abolición” de la esclavización en 1851, gracias sobre todo a los
esfuerzos del combate de las cimarronas y los cimarrones, las revueltas fueron
numerosas y violentamente reprimidas a través de las mentiras de las y los
colonialistas, que siempre les hicieron conejo a las cimarronas y los
cimarrones. De ahí proviene la figura de las africanas esclavizadas y los
africanos esclavizados que escapaban y vivían, no libres, pero, lejos de la
esclavización de la europea y del europeo, etnocentristas dominadores.
En 1970, la palabra de Pedro Blas
Julio Romero adquiere una nueva dimensión. Asume una posición política, y desde
la poesía combate la exclusión racial. La relación de Pedro Blas Julio Romero
con la política es la de un intelectual comprometido contra la pobreza, la
corrupción y la hipocresía de las personas políticas en Cartagena. La actividad
política de Pedro Blas Julio Romero se manifiesta en estas tres actividades,
mientras en sus textos poéticos grita contra las personas de piel blanca
racistas y los afrodescendientes de la clase media hipócritas en una lengua que
toma las formas del español nada formal y más lírico; en política, se afilia a
los movimientos barriales desde la cual interroga y reflexiona acerca de la
relación entre los afrodescendientes intelectuales de la clase media y la
periferia barrial, en particular. No cree en la independencia de Cartagena del
siglo XIX. Ni en la capacidad de la población blanca o de los pardos como para
haber podido sentar los principios de la democracia racial, para Pedro Blas, la
democracia racial en Cartagena en el siglo XIX, jamás!, existió.
Pero nunca cesará de buscar un
estatuto particularmente liberador para las y los afrodescendientes en
Cartagena, siempre dentro del marco de las posibilidades sinceras. Esta es la
manera de evolucionar de Pedro Blas Julio Romero, una capacidad para tomar lo
mejor de cada quien y juntos luchar hombro con hombro contra la exclusión
social y racial.
Ante las personas intelectuales
afrodescendientes conservadores, que lo atacan, Pedro Blas Julio Romero, no se
esconde. Y ante la mayordoma, que una vez lo quizo humillar, creando la duda
sobre su honestidad; ella, que compra con su dinero los “favores” y las
relaciones del Festival de la Cultura Hay en Cartagena, a través de la violencia
y la corrupción, Pedro Blas Julio Romero explica sin rabia que en nombre de los
valores mismos de las y los afrodescendientes honestos, jamás!, podrá aceptar
sus ataques. Conoce las contradicciones del “humanismo” neoliberal en
Cartagena, de las personas eurocéntricas-etnocentristas-dominadoras y de las
personas intelectuales afrodescendientes conservadoras, esos postulados mal
intencionados en los que jamás no se cuestionan la peor humillación de una
población afrodescendiente: la esclavización por parte de los ilustrados
blancos y afrodescendientes (llamados jocosamente mulatos), en el siglo XIX.
Obviamente Pedro Blas Julio Romero
milita desde su condición de poeta y pensador porque es un hombre que está
contra la injusticia, las mafias políticas y la corupción política, venga de
donde venga. Pero sobre todo, se decide por la oposición consciente contra la
racionalidad colonial de las y los intelectuales de piel blanca, mestizos y
afrodescendientes encerrados en la academia que proyectan la imagen colonial en
las y los afrodescendientes. Es decir, de la misma manera y por motivos
similares, como cuando le correspondió a Jorge Artel que perteneció al
movimiento contra la injusticia y la corrupción política en Cartagena. En sus
poesías, Pedro Blas Julio Romero, el activista anti-racista y el poeta, son uno
solo; más allá de los ataques de las personas enemigas que quieran afectar su
imagen, en este sentido, Pedro Blas Julio Romero establece las cuestiones
fundamentales dentro del marco de sus principios políticos acerca del combate
contra la corrupción política y el desdén de las personas intelectuales
afrodescendientes de tendencia derechista.
Él, escribe con fervor y justeza que
no habrá nunca en Colombia unas relaciones conciliadores entre la racionalidad
colonial y los afrodescendientes, porque la racionalidad colonial en las
personas intelectuales (blancas, mestizas o afrodescendientes) se encuentran
desde una posición de tiranía imponiéndonos cada más una imagen colonial, que
de ninguna manera corresponde con nuestra verdadera biografía. Pedro Blas Julio
Romero, pronuncia frases fundamentales en sus poesías y ensayos para
entenderlo: “Ya llegó nuestra hora para las y los afrodescendientes en
Colombia” Y lo que él dice en este sentido, no sólo es válido para las y los
afrodescendientes. En otras palabras, Pedro Blas Julio Romero reclama el
derecho de todas las personas humilladas al respeto y a la dignidad, es decir,
al reconocimiento de los valores de cada persona y a la vida. Esa famosa poesía
completa el gran texto de reflexión política del poeta Pedro Blas Julio Romero:
Eres un Piano Plaza de la Santísima Trinidad. Ese poema es el ataque más feroz
de Pedro Blas Julio Romero en contra del repugnante estado de cosas instalado
por el poder colonial y, en consecuencia, sobre las nuevas relaciones
mercantiles de su barrio Getsemaní. En varias páginas inspiradas, coloca al
mundo de las personas blancas frente a sus contradicciones, utilizando sus
propias armas y palabras.
Ya para finalizar este ensayo en
honor y homenaje al poeta más significativo del Caribe colombiano, Pedro Blas
Julio Romero, hermano en la adolescencia y desde el barrio y socio en el
combate contra la exclusión, la mentira y la maledicencia de los intelectuales
afrodescendientes de derecha. Me resta decir, si Pedro Blas Julio Romero ha
estado tan marginado como poeta, ha sido ante todo porque la originalidad de su
tono y la sinceridad exuberante de su pluma y pensamiento no permiten colocarlo
en ninguna corriente de la poesía cartagenera y colombiana de su época.
Sorprenden la popularidad y el respeto que inspira en otros países. Si su
reconocimiento aún no lo han hecho en Cartagena y en Colombia, las tesis sobre
su obra literaria abundan en América Latina, el Caribe, Estados Unidos y hasta
en África. La otra característica notable de su obra poética es el predominio
de la imagen sobre la idea. Este fundamento de su poesía pesa indudablemente
sobre la marginalización de su obra en el universo poético cartagenero, más
preocupado entonces por las banalidades y el narcisismo intelectual. Lo afirman
los estudiosos que pertenecen al tema de la descolonización de manera más
precisa: históricamente, la poesía de las y los afrodecendientes surge antes de
la llamada racionalidad colonial. Pedro Blas Julio Romero se ve en el combate
contra la exclusión racial y la marginalización de personas afrodescendientes
distantes de sus principios y de su pensamiento solidario; prefiere el poeta,
Pedro Blas; dibujar en su poesía una imagen impactante (como la denuncia,
contra los derechos humanos por ejemplo) a desarrollar una temática abstracta y
sin impulso. Su universo es del orden de lo real, sabe que una imagen a favor
de la justicia conmueve más que una idea y que un discurso banal que no atrapa
y que sólo está hecho de mentira y narcisismo.
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