Ya antes de 1492, los barcos negreros surcaban las costas africanas. Se estaba dando inicio al secuestro más grande que haya conocido la historia humana. El 12 de octubre es una ocasión para hacer memoria de nuestra lucha y resistencia. En esta ocasión, centramos nuestra reflexión en la vida de la mujer africana y sus luchas en pro de la libertad en suelo americano.
Mujer,
tu condición en nuestra sociedad machista y discriminadora no siempre ha sido
la mejor; has tenido que luchar contra toda adversidad por ganar tu espacio,
para tener derecho a las más básicas condiciones humanas. Tu condición de mujer
afro, tan llena de virtudes, encantos y sabiduría ha sido tan poco apreciada y
tristemente atropellada. Nuestra sociedad de hoy que se dice igualitaria, poco
reconoce que tus derechos no han sido dádivas del sistema establecido, sino la
consecuencia de tus actos y luchas que te llevaron incluso a la muerte.
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Hoy,
hacemos memoria de ti, de tus hermanas, de tus madres, de tus mujeres ancianas,
y jóvenes; hacemos memoria de la primer mujer negra en ser subida a un barco
negrero, de aquellas que fueron violadas, de las asesinadas a punta de hambre y
malos tratos. También recordamos a las que fueron arrojadas por la borda de los
barcos (pero no de la historia). Aun así muchas de tus madres ancestrales y
abuelas eternas sobrevivieron a la travesía, llegaron a estas tierras bajo el
látigo europeo que las maltrató sin misericordia.
¿Cuál
fue tu nombre? ¿Cuántos tus hijos? ¿Qué fue de tu papá y mamá? ¿Quién les habrá
dado la triste noticia de tu secuestro? ¿Cuán grande fue tu nostalgia al perder
el contacto de tus seres queridos? Te encontraste debajo de este cielo y en
este suelo, que no era el de tu África natal, pero que hiciste tuyo con el
pasar de los años.
Tú,
mujer afro, fuiste portadora y trasmisora de lenguas, músicas, cantares, dioses
y espiritualidades africanas que hoy nos
enorgullecen. Tú, mujer negra, miraste a tus hijos a los ojos y les contaste tu
tragedia, la de tu pueblo, la de tus hermanos. Un día te llegó la muerte o el
asesinato cruel, un día cerraste tus ojos. ¿Cuál habrá sido la hora y el lugar
exacto de tu partida? ¿Quién te habrá dado el último adiós? ¿Quién te habrá
encomendado al amparo de tus Dioses? Hoy tus hijos nos rebelamos ante tu
muerte, y proclamamos que tú eres vida en nuestra VIDA.
Y
como si fueran pocos aquellos siglos de sufrimiento, una noche terrible debiste
correr con tus hijos de la mano, mientras tu esposo era descuartizado a
machetazos. ¿Cuánto dolor soportaron tus pasos, cuántas espinas en el camino, cuántas
miradas acusadoras?... ay, ay, esta Colombia que te ha hecho sufrir, esta
marginación y olvido, esta guerra que no es tuya pero que la padeces como
nadie.
Ahora,
¿dónde habitas? ¿dónde sueñas? ¿Cuál es tu nombre? ojalá te llames: Esperanza,
Alegría, Cielo, o aquel corto y esquivo: PAZ. Cuéntanos sí tus hijos van a la
escuela y cuéntanos si esa escuela quiere a tus hijos. Ayúdanos a construir
nuestra historia, ayúdanos a mirarnos a los ojos, y zanjar nuestras diferencias.
No te canses, sigue luchando, pues el mundo por sí solo no cambiará para tu
bien. Pero tú, no calles, sigue gritando desde nuestra América del norte, hasta
el sur de nuestro Sur.
Alejandro González Santafé
Texto publicado en Revista Iglesia Sin Fronteras, Junio 2015