6 de enero de 2017

CAMBA CUÁ, EL BARRIO ORGULLO DE LA AFRODESCENDENCIA EN ARGENTINA

El centenario barrio Cambá Cuá está de fiesta al ritmo de los tambores de San Baltasar. A pesar de los cambios urbanísticos que sufrió durante siglos, la barriada revive todos los 6 de enero su devoción al santo negro. El parque, el santo patrono, sus personajes y su huella en la cultura son algunas de las marcas indelebles de una zona emblemática de Corrientes.

SAN BALTASAR. Los 6 de enero son la fecha festiva por excelencia para los habitantes del barrio Cambá Cuá

Al hacer referencia a la tradición y los orígenes de Corrientes, es imposible no detenerse en el barrio Cambá Cuá, cuyo significado “cueva de negros” en guaraní, remonta al asentamiento de afrodescendientes del siglo XIX que dejaron fuertemente arraigadas sus raíces culturales en la historia de la ciudad. La barriada, que comenzó siendo un asentamiento precario de afrodescendientes pero que con el correr de los años por su estratégica ubicación en las costas del imponente Paraná se convirtió en una barriada “caté”, en su interior mantiene ese espíritu humilde que se ve reflejado todos los 6 de enero durante la popular celebración del santo negro San Baltasar, oportunidad donde vuelve a reflotar el centenario legado de la afrodescendencia y el barrio “sale de fiesta por sus calles”.

A lo largo de sus 428 años de historia, la ciudad de Corrientes encierra entre sus calles y esquinas miles de historias y donde una de las más ricas es la del barrio Cambá Cuá: mucho antes de la construcción de la avenida costanera y la defensa costera, en la ribera se ubicaban grandes barrancas de piedra que, según cuentan los historiadores y algunos descendientes cambacuaceros, luego de la abolición de la esclavitud y antes de la Guerra de la Triple Alianza, se convirtió en la morada de afrodescendientes que construyeron precarias casillas de tacuaras y barro. Originalmente, la zona fue designada como barrio “Tacurú” por la gran cantidad de tacuarales (de los cuales sólo queda un puñado en la Punta Tacuara), pero posteriormente fue llamado “Cambá Cuá” de forma despectiva por la elite de la sociedad del siglo XIX que habitaba por entonces el actual solar de la plaza 25 de Mayo.

Religiosidad Popular
El barrio Cambá Cuá es reconocido mundialmente por la religiosidad popular hacia su santo patrono, San Baltasar, cuyas raíces se encuentran forjadas en las primeras comunidades afrodescendientes que se asentaron en la Capital. Desde hace un cuarto de siglo la Cofradía de San Baltasar, conformada por familias originarias de la barriada, viene reviviendo la tradicional fiesta de los 6 de enero y manteniendo vivo el legado y la historia de los descendientes de africanos en Corrientes configurándose en los guardianes de una cultura ancestral.
El tradicional toque de tambores, misa y procesión en homenaje al “santo de los cambá” fue creciendo año tras año en las últimas décadas, congregando a miles de vecinos, ciudadanos, visitantes y fieles que se acercan todos los 5 y 6 de enero para celebrar la víspera y la jornada en honor a San Baltasar. Inclusive en los últimos años la ermita en honor al santo, ubicada en el Parque Cambá Cuá, se convirtió en el punto neurálgico de los festejos e inclusive para el desarrollo de múltiples actividades culturales y artísticas destinadas no sólo a honrar al santo patrono cambacuacero, sino también para el disfrute de las familias.

Desarrollo urbanístico
Con el correr del tiempo, el barrio originario encerrado sobre la ribera del Paraná y el arroyo Salamanca, fue extendiéndose hasta llegar a los límites municipales hoy constituidos por la calle San Luis al Este, el río Paraná hacia el Norte y el Oeste y la avenida 3 de Abril hacia el Sur (antes conocida como la “calle ancha”). Las calles de tierra que serpenteaban entre las casas bajas de adobe, con techos de paja y galerías externas, fueron dando paso a los adoquines y ya entrado el siglo XX al asfalto.
ANTAÑO. La esquina de las actuales calles Pellegrini y San Luis durante el siglo XIX.

También, la ubicación geográfica privilegiada, las obras de infraestructura como la construcción de la costanera y el puente interprovincial Chaco-Corrientes, su proximidad con el casco histórico y la zona comercial capitalina, sumados al creciente mercado inmobiliario, hicieron que muchas familias originarias y tradicionales del barrio vendieran sus propiedades y el barrio se convirtiera progresivamente en el lugar propicio para edificios en altura y  de terrenos de alta cotización monetaria.
En la actualidad son pocas las casas que mantienen la fisonomía tradicional en galería, siendo una de las últimas la que se encontraba en la esquina de las calles San Luis y Bolívar, pero que fue demolida en 2015.

Parque
El punto característico de la barriada es el tradicional Parque Cambá Cuá: el espacio verde que originariamente se encontraba atravesado por el arroyo Salamanca, luego de su entubamiento, dispone de una laguna y es uno de los puntos de encuentro predilectos de los correntinos. 
SIMBOLO. El parque Cambá Cuá es un lugar emblemático de Corrientes.
Asimismo, en el lugar es posible encontrarse con murales y obras artísticas que rememoran no sólo a San Baltasar sino también a las raíces de afrodescendientes del barrio, así como también el Centro Cultural Adolfo Mors.
MURALES. El legado afrodescendiente se encuentra plasmado en las obras de arte del barrio.

Si bien el paso del tiempo, el mestizaje y la pérdida de muchos afrodescendientes durante los conflictos bélicos del siglo XIX donde participó Corrientes, amenazaron con borrar el pasado y la tradición del barrio Cambá Cuá, la huella cultural e histórica continúa vigente a través de sus calles en su chamamé homónimo compuesto por Osvaldo Sosa Cordero, en sus murales artísticos y en la mirada de los miembros de la cofradía San Baltasar y de cada uno de los fieles al santo negro que se dan cita todos los 6 de enero.


TOMADO DE: http://www.ellitoral.com.ar/446823/El-centenario-barrio-Camba-Cua-esta-de-fiesta-al-ritmo-de-los-tambores-de-San-Baltasar

MANAOS, TUMBA DEL HOMBRE NEGRO

En el siguiente artículo se hace una reflexión en torno a los trágicos acontecimientos en las cárceles brasileras y la histórica situación de marginación vivida por los afrobrasileros

Por Omer Freixa 6 de enero de 2017
@OmerFreixa
Brasil comenzó 2017, al igual que Turquía, Irak y Nigeria, en forma sangrienta, pero por motivos distintos al terrorismo yihadista que volvió a golpear a las tres naciones mencionadas en último término. En Manaos, la ciudad más importante de la región amazónica, la finalización de tres motines carcelarios y a continuación una guerra de bandas en la principal cárcel de la capital del estado de Amazonas ha dejado el trágico saldo de unos sesenta muertos, la mayoría de ellos afrobrasileños, quienes componen una fracción muy considerable de la población carcelaria. De 56 víctimas, se informó que 30 fueron decapitadas y no se halló evidencia del uso de armas de fuego. Brasil cuenta con cien millones de afrodescendientes, casi la mitad de la población total del país más habitado de América del Sur, con poco más de 205 millones de habitantes.
Una mujer con el periódico local, Manaos, Brasil
Reuters, Ueslei Marcelino
Hay una población carcelaria del orden de los 622 mil reclusos en el país sudamericano, la mayor del mundo tras los Estados Unidos, China y Rusia, lo que permite inferir hacinamiento y pésimas condiciones habitacionales. Según datos oficiales, el 40% de los presos está detenido en forma provisional y por delitos menores. Las penitenciarías del estado brasileño indicado cuentan con 8.800 internos, 2,59 reclusos en el lugar en donde cabe uno. Este hecho lamentable, que muestra el desborde de una política de control interno, además sirve como un botón de muestra más para considerar que, al tercer año de iniciado el Decenio Internacional de los Afrodescendientes (2015-2024), las declaraciones de intenciones sólo parecen quedar en el papel. Las Naciones Unidas postularon este decenio con el fin de, como indica uno de sus tres objetivos: "Promover el respeto, la protección y la realización de todos los derechos humanos y libertades fundamentales de los afrodescendientes, como se reconoce en la Declaración Universal de Derechos Humanos".

Lo acontecido en el penal de Manaos, como muchas otras situaciones de violencia que cotidianamente padece América Latina, permite vislumbrar y concluir que si, en general, la vida humana en estas épocas convulsionadas vale poco, la del pobre importa aun menos.

El afrodescendiente en América carga con el estigma, incluso hoy, de haber sido sus antecesores esclavizados en otros tiempos. En el pasado, entre 10 y 20 millones de africanos regaron la tierra con su sangre y su sufrimiento a lo largo de casi tres siglos y medio de trata y esclavitud, mientras las metrópolis coloniales se hinchaban los bolsillos. Esas jugosas rentas, producto de la gran trata atlántica, permitieron a Gran Bretaña preparar el terreno para llevar a cabo su fastuosa Revolución Industrial que la posicionó por décadas como la nación más poderosa del planeta. Del caudal de africanos esclavizados a América, una parte cuantiosa llegó a Brasil para dedicarse a trabajos como la siembra y la recolección de caña de azúcar en la región del nordeste, una actividad que demandó mucha mano de obra sumada a la escasa capacidad reproductiva de la población de esclavos, puesto que el perfil del africano ingresado entre cadenas era el de hombre joven y, si las mujeres fueron poco frecuentes en el tráfico salvo contadas excepciones, los portugueses en Brasil (y luego de la independencia también) buscaron renovar el stock a través de la compra-venta.

De modo que, como resultado de un negocio millonario, en unos 350 años de historia brasileña ingresaron al territorio alrededor de nueve millones de esclavizados, muchos a cuenta de los traficantes británicos. Eso explica por qué hoy Brasil es la nación con mayor cantidad de afrodescendientes del mundo, sólo detrás de Nigeria. Los de origen africano, pese a la nobleza de intenciones de la Declaración del Decenio Internacional aludido, y no sólo en Brasil, continúan marginados, discriminados y no exentos en muchas situaciones de ser invisibilizados. En América Latina y el Caribe son alrededor de 150 millones de personas. El Decenio Internacional de los Afrodescendientes rescata la valoración de que a estos, parafraseando el objetivo citado arriba, se los considere personas en el sentido cabal del término, no rémoras de la extinta esclavitud colonial y hoy mano de obra barata ávida de ser explotada.

A su vez, otro de los objetivos del decenio es reconocer la diversidad cultural a la que contribuyen los afrodescendientes. En ese sentido, sería provechoso que los afrobrasileños fueran noticia por el aporte cultural (como en 2014, cuando el Círculo de Capoeira fue declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad), y no, en calidad anónima, objetos de tapas de diarios por noticias trágicas como lo ocurrido en Amazonas.

Tomado de: http://www.infobae.com/opinion/2017/01/06/manaos-tumba-del-hombre-negro/

5 de enero de 2017

¿Qué pasa en Tumaco?

El periódico más influyente de Colombia dedica su editorial del 3 de enero de 2017, a analizar la situación del municipio de Tumaco, en el marco del proceso de paz con las FARC.


En el marco de las fiestas decembrinas, no puede pasar en el olvido una región que vive una situación de otro color. El país le sigue dando la espalda a Tumaco. Mientras en muchos lugares sus habitantes comienzan a sentir el alivio del cese de la actividad ilegal de las Farc, mientras las estadísticas del Hospital Militar muestran una importante disminución en la cantidad de miembros de la Fuerza Pública atendidos, y mientras en el Congreso se sientan los pilares legales del posconflicto, en el puerto nariñense la violencia sigue presente.

Algunos habitantes afirman, con esa resignación con traje de cinismo, última defensa que queda frente a la desolación total, que en tanto estuvieron activas las Farc, las acciones delincuenciales se redujeron a sus justas proporciones. Y lamentan que su retirada con motivo del proceso de paz no marcó la llegada del Estado, pues, desgraciadamente, no corresponde aquí hablar de regreso, sino la de nuevas bandas criminales, incluido el Eln, que hoy libran una cruenta disputa por el control territorial. Guerra que tiene como apetecido botín las rutas para el envío de droga y las rentas de la extorsión, de la que nadie se salva.

El diagnóstico no es un misterio: mafias que buscan apoderarse de fuentes de ingresos provenientes de economías ilegales, en un contexto en el que ‘desconfianza’ y ‘ausencia’ son los calificativos más ajustados para referirse al papel del Estado en todo este drama. Y por más que los esfuerzos de valientes y corajudos miembros de la Fuerza Pública se traduzcan en logros como las recientes incautaciones de droga, esto no logra sanar el daño que, en términos de la pérdida de confianza de la gente hacia las instituciones, produce la cercanía de algunas manzanas podridas con dichas bandas. Ni hablar de lo corrosiva que resulta la corrupción o la ineficiencia: la misma que lleva a que los médicos del hospital tengan varios meses sin recibir salario.

Si quedan dudas de lo crítico del panorama, ahí están las cifras: 132 homicidios al finalizar el año –menos que en el 2015, pero no por ello es menos aterrador el dato–; 16.990 hectáreas sembradas de coca, 18 por ciento más que el año pasado, según denunció en este diario el padre Arnulfo Mira, vicario de la diócesis local. “Algo está pasando aquí”, sentenció en días pasados con motivo también de la explosión de una granada en un bar, hecho que dejó dos muertos y 23 heridos.
Tomada de twitter.
Foto tomada de twitter
Es un deber moral del Estado responder esa pregunta. Pero se trata apenas del primer paso. Y parte de la zozobra de los tumaqueños nace de ni siquiera saber de dónde vienen las balas, las amenazas. Luego es imperativo que este municipio se ubique a la cabeza de las listas de prioridades, llegado el momento de llevar a los hechos todo lo firmado con las Farc, para garantizar, con desarrollo y oportunidades reales para los menos favorecidos, que la paz sea estable y duradera.

Lo que hoy ocurre en Tumaco debe ser motivo de una respuesta urgente y contundente del Estado. Por el bienestar de su gente, por supuesto, pero además porque es la oportunidad de sentar un precedente: el que resultará de demostrar que las instituciones están en capacidad de responderles a los miles de colombianos que vivían en zonas en las que predominaban las Farc. En otras palabras, de que la paz es viable.

Tomado de: http://www.eltiempo.com/opinion/editorial/que-pasa-en-tumaco-editorial-el-tiempo-4-de-enero-de-2017/16785452