Y usted por qué me trae esa negra aquí? ¡Aquí no recibimos negros! Esa fue la respuesta que le dio Antonio María Valencia, entonces director del Conservatorio de Cali, a la rectora de una institución educativa de la ciudad que llevó a Leonor González Mina para que este la escuchara, ya que su voz la había cautivado.
El afamado músico caleño causó la primera frustración
artística de esta cantante oriunda de Robles, corregimiento de Jamundí, Valle,
tal como lo relata el periodista Juan Andrés Romero en uno de los artículos del
libro Vida de Palabras, editado por la Universidad del Tolima y la Fundación
Palabra, en honor de la que con los años se convertiría en La Negra Grande de Colombia.
Con esa decisión, carácter y disciplina que la han caracterizado, Leonor no solo
logró ingresar en 1960 al Conservatorio de Cali, sino que dedicó su vida a su verdadera
pasión: el canto. Aunque tuviera que desencantar a su familia que quería que ella se graduara como odontóloga o
enfermera.
El 16 de junio esta risueña artista que ha llevado la música
del Pacífico y en general, la música folclórica colombiana a todo el mundo,
cumplirá 82 años. Sin embargo, sigue siendo grande, y “un ejemplo a seguir” para muchos artistas.
Como lo destaca la intérprete de música del Pacífico Zully
Murillo. “Más allá de ser una cantante con una gran formación y una voz impecable, ha sido actriz, política,
bailarina, madre ejemplar, una mujer que
nos sirve de guía en el campo del liderazgo, una mujer que tiene una cantidad de
años y siempre está actual”.
Sí, la Negra sigue muy vigente. Por estos días está
relanzando su último álbum discográfico titulado ‘Lo mejor de mi vida’, que tiene 13 temas de sonadas canciones como
Mi Buenaventura, Yo me Llamo Cumbia, La
Mina y Campesino de Ciudad.
“Realizamos el lanzamiento del disco que quedó muy bonito,
con una producción en la que hay de todo, con un recorrido por la música
colombiana, incluso cantando boleros, porque antes de cantar música colombiana
yo interpretaba boleros, como ‘Ojalá’, de Jaime R. Echavarría”, le dijo a
Colprensa.
Ese trabajo discográfico, de acuerdo con Murillo, es
impecable, de una gran pureza de
sonido y su voz madura cada vez está
mejor. Es impresionante.
Para Zully Murillo, La Negra Grande de Colombia con
cualquier estilo musical que interprete sale a flote, pues todo lo que ella
canta le sale muy bien, así sean cumbias, boleros, currulaos, lo que sea,
porque ella le pone sentimiento a todas las frases que interpreta.
Primera mujer afrodescendiente en aparecer en la portada de
un disco; en debutar en la televisión nacional, fue también, como lo asegura el
músico Eduardo Cabas, la primera mujer
en interpretar la primera canción verdaderamente protesta que tuvo Colombia:
‘La Mina’: (“aunque mi amo me mate, a la mina no voy...”), que fue éxito
internacional.
Cabas, quien fue un tiempo su director musical, recuerda la
ocasión en que ya estaban en el estudio dispuestos a grabar cuando llamaron a
La Negra para que se fuera a Rusia, a una gira. “Me dijo entonces: pónganme una
guitarra y yo canto con ella. Grabó las doce canciones de un solo tirón y después metimos una orquesta sinfónica encima
de su voz. Eso demuestra su profesionalismo y su capacidad de superar los escollos. Eso es dificilísimo, porque
todos los tiempos al cantar tienen que ser perfectos”.
Abuela alcahueta
En esa carita de ternura hay un león escondido. Con esta
frase y riendo con fuerza, Juan Camilo Cabezas González, el hijo que le
sobrevive a La Negra Grande de Colombia bromea sobre lo “durita” que fue su
mamá al criarlos. Para luego reconocer, que
la exigencia de su madre hacia él y su hermano Candelario valió la pena.
“Mamá, aunque cariñosa, fue
exigente, eso ayudó. Ella hizo un gran esfuerzo como madre cabeza de
hogar, pues le tocó solita”, manifiesta
al otro lado de la línea, desde Bogotá, Juan Camilo, quien agrega que su madre
se preocupó mucho porque estudiaran en muy buenos colegios y cada vez ampliaran
más sus conocimientos. Gracias a ello, por ejemplo, Candelario, el músico,
aprendió inglés, alemán, francés, italiano y japonés y él, administrador de
empresas, inglés y francés.
De madre exigente pasó a ser una abuela alcahueta y
consentidora de sus nietas, Juana, de 15 años, y Adana, de año y cuatro meses,
hijas de Juan.
Cuando Juana se pasa los días con ella no la deja tender ni la cama. Y a la
más pequeñita le canta y le habla por
teléfono y la arrulla con canciones tradicionales del Pacífico.
“Mamá como se dio cuenta que Juana tiene muy bonita voz”,
interviene Juan Camilo, “ la está apoyando en eso y como ella dice que quiere
estudiar música o ser ingeniera de sonidos, le compró un piano y está en clases
de piano. Pero no quiere forzarla para
que no se sienta obligada y no termine
odiando la música”.
Leonor González Mina, quien estuvo casada por 19 años con el
compositor y periodista Esteban Cabezas (q.e.p.d.) es amante de las frutas, los
jugos, del té, de los mariscos y del pescado. También le gusta cocinar y lo
hace bien. Se ofende si su hijo dice: “vamos a comer a algún lado”. Enseguida
contesta: “no, señor, yo cocino”. “La lasaña de mi mamá es única. Prepara muy
rico, además, la comida del Pacífico, hace un pollo al limón delicioso y los
sancochos, ni se diga”.
Esta vallecaucana que se codeó con personajes como Mercedes
Sossa, Gabriel García Márquez, Fanny Mikey, Omar Rayo y los hermanos Delia y
Manuel Zapata Olivella (con los que viajó como bailarina en el grupo Folclor
Colombiano) es, como lo asegura su mánager María del Socorro Vallejo, una gran
lectora que devora diariamente los periódicos, ya que le gusta estar enterada
de la actualidad nacional y mundial y de buenos libros, como los de ‘Gabo’, al
que ha leído mucho.
Responsable con el cuidado de su voz, hace casi dos horas
diarias de ejercicios y calentamiento para el canto.
Antes de salir al escenario siempre pide que la dejen sola
en el camerino 30 o 40 minutos que aprovecha para calentar su voz, hacer un
repaso del concierto y de lo que va a decir. No exige nada más, asegura María
del Socorro, quien fuera una de sus coristas.
Precisamente, anota Juan Camilo Cabezas, María del Socorro
jugó un papel importante para que su mamá volviera a los escenarios después de
la muerte de su hermano Candelario,
quien falleció a los 34 años, en Milán, Italia, víctima de un aneurisma.
“La muerte de mi hermano fue una tragedia. La afectó muchísimo.
Por eso ella estuvo por fuera de su actividad artística, no quería cantar, no
quería vivir más, pero María del Socorro la motivó, le inculcó volver al mundo
del espectáculo”.
Y para fortuna de todos los colombianos volvió a los
escenarios y a grabar -ya son 32 álbumes en su carrera-. Y hoy está llena de
vitalidad.
Lo corrobora su hijo: “Mamá es impresionante. Dura dos horas cantando y bailando en el
escenario con tanta energía que yo no entiendo. Ella me dice, ‘hijo, tengo un
dolor aquí, me duele acá’, y sube al escenario y se le olvidan todos sus dolores. Después,
vuelve y se queja. Y yo le digo: ¡Pero mamá, si estuviste brincando dos horas
en el escenario cómo no te va a doler el cuerpo!, cuenta Juan Camilo, entre
carcajadas.
TOMADO DE: http://www.elpais.com.co/elpais/cultura/noticias/leonor-gonzalez-mina-artista-precursora-cultura-pacifico
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