Herederos de un régimen de discriminación racial que se remonta al ‘Gold Roll' y al ‘Silver Roll' canalero, los afroantillanos deben luchar contra la invisibilización de su valioso legado cultural, en una sociedad que se decanta por las manifestaciones ‘blancas'.
Compartimos
algunas características sociológicas de la inmigración afroantillana. La
población antillana que llega a Panamá tiene un pasado colonial en las islas,
donde se han agrupado, acumulando e integrando a su grupo experiencias
traumáticas propias de los períodos de esclavitud, y que definitivamente
moldearon las generaciones que siguieron, y esto, a su vez, el carácter de las
generaciones siguientes.
La
realidad cultural de esos antillanos que arribaron a Panamá consistía en una
síntesis de elementos africanos, indígenas y europeos, como efecto de la
denominación a que estuvieron sujetos. Ingleses, holandeses, franceses, etc.
Su
presencia en Panamá va a representar la articulación de una nueva síntesis en
donde se incorporan elementos culturales norteamericanos y, por supuesto,
panameños. Por
otra parte, y desde un principio, los antillanos van a estar sujetos en la Zona
del Canal a un régimen abierto de discriminación racial, materializado en el
famoso sistema del ‘Gold roll' (norteamericanos) blancos, y ‘Silver roll'
(antillanos). Este sistema de diferenciación abarca todos los aspectos de la
vida social.
En
la sociedad panameña el antillano va a conocer igualmente un sistema de
prejuicio y discriminación, como un resabio de actitudes y creencias que se
establecen desde el período colonial, y como consecuencia también de una
reacción de frustración, generada por las condiciones que impone el Tratado de
1903.
EL
VALOR ESTRATÉGICO DE LA IDENTIDAD
Estos
hechos explican el carácter histórico que asume este grupo en Panamá, carácter
que se manifiesta en un aislamiento o nuclearización, como forma de preservar
la identidad cultural y como medio de cohesión de grupo, necesario para
enfrentar el rechazo social que se confronta a través de las políticas
discriminatorias en la Zona del Canal y en la sociedad panameña misma, y
superar, por otro lado, la crisis cultural que su nueva situación les impone.
La
necesidad de una identidad cultural propia facilita la reproducción de formas y
manifestaciones culturales, propias del lugar de origen de estos antillanos,
consolidadas orgánicamente a través de asociaciones como logias y sindicatos
(en la Zona del Canal), cultos religiosos -principalmente protestantes y
africanos- y, de manera muy importante, a través de las escuelas privadas de
antillanos, en que los hijos de los antillanos desde el nivel pre-primario, y
después en el primario, adquieren los conocimientos básicos.
Revisando
algunos textos utilizados en 1925, nos encontramos que éstos, editados en
Inglaterra, corresponden al sistema de enseñanza inglés y ofrecían al
estudiante una panorámica cultural, que iba desde problemas de salud hasta
relaciones históricas particulares y descripciones de formas culturales de
diferentes regiones y épocas. Esto
-comparativamente con el sistema nacional imperante- es una diferencia que
refuerza los niveles de valorización de la cultura caribeña, en detrimento de
una cultura nacional incipiente.
Estas
situaciones culturales y sociales constituyen, naturalmente, formas de
resistencia de los grupos antillanos, (resistencia que el Dr. Roberto de la
Guardia define como ‘amurallamiento') y que es parte de la realidad social del
antillano, dejando se ser privativo de algún patrón antillano en específico
(barbadiense, jamaicano o trinitario entre otros), para incorporar a los hijos
de éstos, independientemente de su origen.
Así
probablemente es que tiene sentido la descripción infundada de Aguilera-Malta
en su novela ‘Canal Zone', cuando retrata los barrios de ‘chombos', por allá
por los años de 1925. Una nueva síntesis afroantillana se fue gestando, con
matices que aún prevalecen hasta hoy en día.
Las
diferencias culturales particulares de los antillanos se mantuvieron más en las
primeras generaciones, ya que a medida que fueron variando sus situaciones
ocupacionales y residenciales en la Zona del Canal, se vieron, obligados a una
mayor interacción en las ciudades de Panamá y Colón. Esto ha hecho que las
generaciones posteriores integren mayores elementos de la cultura nacional a
los patrones legados por sus padres. No obstante esto, las actitudes
discriminatorias, abiertas o veladas, tienen repercusiones significativas sobre
la formación y la conducta de este sector de panameños.
ÁREAS
RESIDENCIALES DE LOS AFROANTILLANOS
La
nuclearización del antillano persiste, aunque los términos de su localización
han experimentado cambios hoy en día muchos mas notorios. Por ejemplo, para
1940 las diferencias eran mucho más tajantes. En la ciudad de Panamá la
población total asciende a 111,94 personas; de estos en Bella Vista viven 6,914
individuos, de los cuales 3,853 son blancos, 479 negros y 2,472 mestizos.
Únicamente 334 son amarillos; hay, por otra parte 3 indostanés y 79 indios. (Lo
más seguro que éstos eran empleados).
En
Calidonia que, es otro de los barrios que, como El Chorrillo y San Miguel,
surgen como efecto de la construcción del Canal para alojar a los trabajadores,
la relación era la siguiente: de un total de 33,493 personas, hay 2,314
blancos, 16,717 negros, 14,087 mestizos, 225 chinos, 62 indostanés, 63 indios y
2 personas de otra nacionalidad.
La
diferencia es clara en comparación con 10 que ocurren, Bella Vista, barrio
residencial de los sectores opulentos. En El Chorrillo en ese momento, de
24,205 personas que se encuentran residiendo, solamente el 24,300 es blanco, el
2309 es negro, y el 6300 mestizo.
En
San Felipe de 11,615 personas, 3,992 son blancos, 476 negros o sea el 40% y el
59.2% de la población es mestiza. Esto es una derivación histórica de la
composición de esta área, que durante mucho tiempo era considerado la ‘ciudad'
propiamente dicha, habitada por españoles y criollos, a diferencia de lo que
era denominado el arrabal. En
Santa Ana de 35,666 personas, 20,140 son mestizos, 8,012 son blancos y existen
unos 6,144 negros. En Santa Ana, es donde encontramos, por otro lado, una mayor
proporción de chinos, 928, de indostanés 176 y de indios 233.
Como
sostuvimos anteriormente el carácter de esta distribución racial en el área
urbana ha experimentado cambios, como efecto del mismo proceso de crecimiento
urbano. Hoy en día, a pesar de que hay áreas como Río Abajo, Parque Lefevre,
Pueblo Nuevo o Juan Díaz, donde se alojan proporciones importantes de
antillanos, en estas áreas son localizados blancos y mestizos inmigrados del
interior, o provenientes de otras áreas en proceso de renovación en la ciudad
misma.
Las
diferencias sin embargo, entre estas zonas y las otras de mayores ingresos y
habitadas principalmente por blancos y mestizos constituyen mecanismos
objetivos que indican los rasgos socio-económicos de un grupo a otro. Desde la
década de los ochenta el vigoroso proceso de expansión de la ciudad trae
consigo un importante proceso de redistribución de la población, en las que
intervienen tanto patrones étnicos como socioeconómicos.
El
actual proceso de retorno de afroantillanos, que se fueron a residir a los
Estados Unidos y que hoy regresan a residir en Panamá, con nuevas condiciones
económicas, les permite acceder a zonas residenciales que anteriormente
resultaban una opción mas difícil.
ALGUNOS
RETOS POR SUPERAR
Los
descendientes de antillanos, a pesar de la movilidad social ascendente
experimentada, aún tienen que confrontar formas institucionales, que limitan su
participación en el quehacer nacional, y refuerzan los sentimientos de
rechazos.
Diferencias
importantes en el antillano tienen que ver con su participación en las
estructuras de clases, su participación en las estructuras de poder, los
niveles de oportunidades dentro del sistema de empleo tanto público como
privado, su vinculación política a partidos políticos de clientela, en dónde
sus aspiraciones siguen siendo demagógicamente manipulados para fines
electoreros; la desigualdad en la justicia, en que prevalecen aún asociaciones
de delito y criminalidad con características étnicas o raciales, siguen siendo
desafíos ciudadanos importantes, así como lo es, la ideologización eurocéntrica
en que los patrones blancos y occidentales se siguen imponiendo como ideales y
representativos del hombre panameño en los diferentes planos de nuestra
realidad.
CONSIDERACIONES
FINALES
El
hecho de que existen mecanismos y fórmulas institucionales que refuerzan
actitudes de prejuicio en nuestra sociedad, significa que hay factores reales
que inciden directamente sobre la primera fase de vida de todo antillano, y que
motiva condiciones en su personalidad, así como actitudes de tipo divergentes
que niegan o rechazan los elementos que conforman una cultura nacional. Habría
necesariamente para una sociología o, mejor dicho, una psicología social de
antillano, que redefinir aspectos muy concretos como son: la maternidad de la
población afroantillana, las características de la paternidad, los principios
de disciplina en la población antillana, la historia sexual de los grupos
antillanos, su comportamiento de acuerdo con su condición social, de acuerdo
con su conformación rural o urbana.
En
fin, sería fundamental la formulación de un importante número de aspectos muy
significativos del grupo antillano, que científicamente pudiera llevarnos a
diferentes niveles de comprensión, permitiendo situar el fenómeno desde el
plano de la totalidad hasta sus expresiones más particulares, grupos,
generaciones, familia, e, incluso, individuos o casos. Hace falta aún, un
trabajo por realizar.
Tomado de: La estrella de Panamá: http://laestrella.com.pa/panama/nacional/algunas-consideraciones-generales-sobre-afroantillano/24066223/foto/404274#gallery
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