Para demostrar al fin y al cabo que no existe la absurda separación de razas, sino que genios o personas comunes, todos somos simplemente seres humanos.
Teresa Gil, Libros de ayer y hoy
CIUDAD DE MÉXICO, 4 de febrero de 2018.- La referencia de
Alexander Pushkin, el gran poeta nacional ruso, en el libro Pequeño
Pushkin y otras historias de Mauricio
Carrera, me hizo recordar que, como aquel bardo, muchos de los habitantes del
país, también son descendientes de esclavos.
En México, los afrodescendientes se han mezclado en un profundo mestizaje que casi ha absorbido
muchas de las características primitivas de ese conglomerado.
Como mestizos que somos convivimos normalmente entre todas las descendencias
que existen en el país y si bien hay una
arraigada discriminación -como la que se
ejerce contra los indígenas-, la gran población convive como iguales con
todo tipo de ciudadanos.
Pero ¿cual es la situación real de esos descendientes de esclavos
que llegaron casi en la misma calidad, hace muchas décadas? Sus países originales son africanos –últimamente
Senegal, Guinea, el Congo, entre otros–, y se distribuyeron preferentemente en
Guerrero, Veracruz, Oaxaca y Michoacán.
En los últimos años con el surgimiento de sus propias
organizaciones y organismos académicos especiales, se ha puesto en evidencia la
situación precaria de este sector injustamente olvidado, que representa
no obstante el 1.2 por ciento de la población mexicana y que puede alcanzar la
cifra de casi un millón y medio de personas.
La ONU dedicó en 2011 el
año a Las Personas Afrodescendientes y
en varios medios ha tomado impulso la lucha por recuperar el gran aporte
de esas comunidades, su integración al país, su cultura y sobre todo en
aquellos sectores que han dejado huella
como los cultivos, la alimentación, su trabajo obrero y campesino y la
reiteración de una propuesta que se extiende a muchos estados.
En las últimas décadas han llegado al país generaciones nuevas de
africanos que se ha incorporado con otra cultura, pero en general, la lucha que
impulsan sus organizaciones es para sacar de la marginación, la
discriminación y el rezago, a un sector que ha dado tanto al país y al que injustamente se le ha negado
reconocimiento.
No hay que olvidar, que dos de las grandes libertadores del país,
José María Morelos y Pavón y Vicente Guerrero, fueron afrodescendientes.
EL PEQUEÑO PUSHKIN
Como su apellido, Mauricio Carrera es un escritor de larga
trayectoria que incursiona en diversos géneros, y que no desdeña el género
corto en el cual es un experto. Sus
cuentos y relatos o novelas cortas, abordan los temas más insólitos.
Y está a punto de agregar uno más a su rebasada veintena de libros
con Infidelidad, que presentará el próximo
16 de febrero.
En esta ocasión me he
metido a su diverso y extraordinario libro
Pequeño Pushkin y otras historias (Universidad Autónoma de Nuevo León,
Ficticia 2016) del que solo mencionaré
los avatares del migrante agredido por la que se considera raza superior gringa
y que descubre en el relato Marilyn y
otros familiares, que su misterioso
suegro es una especie de William Bruce Jenner, el deportista convertido en
transgénero.
Me quedé más tiempo con Las
hermanas Marx, en ese recorrido más profundo y serio del personaje que sustrae
de la vida de Karl –nunca con su
apellido–, las grandes tragedias que signaron su vida con la muerte de tantos hijos, mientras daba
al mundo la gran solución de su
bienestar.
En ese largo trayecto
fincado en la última de sus hijas, la actriz
cuyo seudónimo era Leonor Izquierdo de Mairena, bisabuela del protagonista, se trasmina el
devenir de la historia, los personajes, los datos bien fundados, la Segunda
Guerra Mundial, el franquismo, los héroes, los absurdas muertes, para llegar a
los niños de Morelia auxiliados por el gran Lázaro Cárdenas.
Y dar, finalmente, la estocada sorpresiva con el propio relator, un dato que como en los
libros de suspenso no daré para que lean con entusiasmo este interesante libro.
Más parco, más bromista o quizá en la triste realidad de un hombre extremadamente gordo, escritor famoso
que esconde al público su aspecto, es el
del título que da nombre al libro.
Pero tuvo la virtud de traer los recuerdos de una gran comunidad
nuestra, la afromexicana y también retroatraer al autor de El negro de Pedro el
grande el propio Pushkin y a todos los que fueron sustraídos contra su
voluntad de África y nacieron esclavos como Terencio, Esopo o heredaron sus
genes como el propio poeta ruso y el gran Alejandro Dumas.
Para demostrar al fin y al cabo que no existe la absurda
separación de razas, sino que genios o personas comunes, todos somos
simplemente seres humanos.
El texto original de este artículo fue publicado por la Agencia
Quadratín en la siguiente dirección:
https://oaxaca.quadratin.com.mx/los-afromexicanos-pequeno-pushkin/
No hay comentarios:
Publicar un comentario