Marzo 25 del 2012
"Nos parece excelente que la Dimayor actúe de manera enérgica contra los que ensucian el fútbol con su grosera actitud. Es norma universal que el equipo local responda por sus hinchas.
Mal hacen las autoridades de Pasto y de su club en sentirse vejadas por la Dimayor.
Un reciente libro acerca del célebre ingenio de los nariñenses para poner apodos (Sobrenombres pastusos, de Álvaro Córdoba Obando) demuestra que la historia del fútbol de esa capital fue siempre una mezcla de colores donde no existía el racismo. Por el contrario, los jugadores morenos de los equipos tradicionales -el Deportivo Pasto y el Club Javeriano- recibían simpáticos remoquetes, resultado del cariño, no del vituperio. No podría ser de otra manera. Por su elevada composición indígena, Nariño sabe bien lo que es ser víctima de los mentecatos que desprecian o atacan a sus semejantes por diferencias en la pigmentación de la tez.
No se entiende, entonces, que haya suscitado indignadas reacciones la sanción impuesta a unos hinchas por insultos racistas contra dos futbolistas afrodescendientes del club La Equidad. Se jugaba el encuentro entre Deportivo Pasto y el onceno bogotano en la sede de aquel el pasado 18 de marzo cuando un grupo de fanáticos del conjunto local dio en la lamentable flor de burlarse de Dahwling Leudo y Carmelo Valencia, jugadores de raza negra. Comprensiblemente, Leudo y Valencia anunciaron al árbitro su decisión de retirarse del campo si los insultos seguían. No lo hicieron, pero la División Mayor del Fútbol Colombiano (Dimayor) sancionó unos días después al Deportivo Pasto con multa de algo más de 11 millones de pesos por la deplorable conducta de esta panda de racistas.
Nos parece excelente que la Dimayor actúe de manera enérgica contra los que ensucian el fútbol con su grosera actitud. Es norma universal que el equipo local responda por sus hinchas. En Europa, donde llegó a prosperar el racismo neonazi en algunas tribunas, la mano dura -multas, denuncias legales, fechas de suspensión de la plaza- redujo a los bárbaros. Ya no solo se inhiben de agraviar al rival con menosprecios étnicos, sino que los demás espectadores, una mayoría correcta, son los primeros en acallarlos y echarlos de las graderías.
Mal hacen las autoridades de Pasto y de su club en sentirse vejadas por la Dimayor. Quienes irrespetan la tradición amable de su fútbol son los aficionados racistas. Las críticas y medidas preventivas y punitivas deben dirigirse contra ellos, no contra quienes pretenden desterrar de los estadios a los energúmenos inaceptables".
editorial@eltiempo.com.co
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