12 de diciembre de 2018

Tumaco, una guerra llamada posconflicto

Desde el puerto nariñense, sus habitantes narran cómo se vive una nueva oleada de violenta en la disputa entre disidencias de las Farc.


Por Alfredo Molano, vía Colombia 2020-el Espectador
El río Iscuandé marca el límite entre el Pacífico caucano y el nariñense. Sus aguas, menos turbias que las del río Guapi, desembocan en el mar en un sitio conocido como Mosquera, un entramado de manglares que parecen de esos laberintos hechos con pino. Se conocen como “los esteros del San Juan” y son ramales del río Patía, que nace cerca al Tambo (Nariño), en la Cordillera Central, y termina desembocando a la altura de las Bocas de Satinga. El Patía ha conformado una subregión rica en oro y en los últimos años también en coca. De Iscuandé a Tumaco hay seis o siete horas de recorrido, cinco de las cuales se gastan atravesando los tupidos manglares que esquivan el monótono paisaje de la costa del mar. Allí la vida se siente. El pitido de las chicharras se traga todos los sonidos de un bosque submarino que parece palpitar de lo vivo.

Mientras un biólogo navega los esteros del San Juan fascinado por su naturaleza, la gente de esta región los atraviesa con los ojos cerrados.Son tierras de dominio absoluto de la gente de Guacho. Cada cierto tiempo aparece una casa al margen del mangle, unas personas discretamente paradas o una lancha. “Aquí todo está milimétricamente controlado. Uno no se encuentra a nadie, pero ya todo el mundo sabe quién va navegando. ¿Vio a esa gente que estaba apostada en la esquina entre Cocal Jiménez y Guachacal? Son “puntos”, gente que está informando constantemente lo que pasa en el estero. Estos manglares vieron crecer a David, el man que supuestamente era de Guacho y mató el Ejército recientemente”, explica, bajando la voz, entre el misterio y la cautela, uno de los lancheros.

El recorrido es tan fascinante como largo. Es el cierre del Patía, una región de exuberante riqueza natural, donde los esclavos de las minas de Barbacoas encontraron refugio en un ambiente profuso en alimentos. Las minas fueron fundadas en la segunda mitad del siglo XVII por Francisco Parada y alcanzaron a ser una de las regiones con mayor explotación aurífera de los tiempos coloniales, lo que significó también la introducción de una enorme cantidad de esclavos que, en 1778, se calculaba que pasaban de 6.000. A finales del siglo XIX y principios del XX era tan fuerte la fiebre del oro en Barbacoas que compañías extranjeras, como la Telembí Mining Company, la San Lorenzo Gold Gravel o The Patía Syndicate Limited, explotaban los ríos Patía y Telembí. La evolución de esta feria es la llegada de las retroexcavadoras a cada río de la región y, tras el oro, llegaron también los armados: guerrillas y paramilitares, con los que también llegó la coca.

La siembra de la coca arribó a Tumaco con los colonos que salieron desplazados de Putumayo, Caquetá y Guaviare por las fumigaciones de los años 90. A mediados de esa década, el gobierno de Ernesto Samper intentó promover una sustitución de cultivos ilícitos por palma de aceite. La gente se la jugó, se empeñó con los bancos, vendió tierras a los palmeros o alquilaron sus territorios, pero las cosechas fracasaron con la epidemia de la pudrición del cogollo. Este antecedente todavía está en la memoria de campesinos, indígenas y afros de la zona rural del municipio, y ha jugado en contra del Plan de Sustitución derivado del Acuerdo de Paz. El fracaso de los cultivos lícitos —llámese palma o cacao— arraigó la economía cocalera en Tumaco y sus alrededores. Además, encontró en el cartel de Cali compradores, protectores y promotores.

Las guerrillas llegaron a la zona por los corredores del Cauca a mediados de los años 80. Llegaron por dos rutas: una que bajó por el río Micay y otra por el Patía. En la segunda mitad de los años 90, tanto el Eln como las Farc habían logrado una base social importante en la región. Sin embargo, el Plan Colombia los movió de sus posiciones de dominio. Y en los primeros años del nuevo siglo, los “paras” llegaron con unidades que se desprendieron del Bloque Libertadores del Sur y bajaron por los lados de Policarpa y Cumbitara. Su estrategia, diferente a la de las guerrillas, fue apostarle al control de los ríos en los puertos y desembocaduras. Así rápidamente asfixiaron a las Farc y controlaron el negocio de la coca.

En este contexto, vinieron los años más duros de confrontación militar. La guerra entre los dos bandos fue cerrando el anillo del área rural al área urbana. Los combates se registraban a diario en esteros, ríos y barrios de Tumaco y sus alrededores. El interés en el puerto vuelve a ser su ubicación geoestratégica para comunicar a Colombia con el Pacífico, para lo que el Estado trazó varias megaobras, como el canal seco Atrato-Truandó, la carretera Pereira-Nuquí o el puerto de aguas profundas de Bahía Cupica. En este interés económico por la llamada Perla del Pacífico, los territorios negros eran vistos como una piedra en el zapato, más cuando surgió la figura de la hermana Yolanda Cerón, madre innegable de la llamada Ley 70 (o de Comunidades Negras), quien fue asesinada el 19 de septiembre de 2001.

Cerón fue una de las más notables defensoras de los territorios colectivos de los afros. Nació en Berruecos, Nariño, en 1958, y durante los años 90 acompañó desde la Pastoral Social y la Diócesis del Pacífico a varias comunidades negras de Nariño en su constitución como consejos comunitarios. Se calcula que logró la titulación de al menos 100.000 hectáreas de territorios colectivos de comunidades negras, bajo el amparo de esa ley, que ella misma impulsó en la Constituyente. Su entrega a las comunidades del Pacífico solo fue equiparable a la insistencia con que denunció la irrupción paramilitar en la zona de influencia de Tumaco. Hasta el día de su muerte advirtió de la complicidad de la Fuerza Pública en la operación de control paramilitar del puerto. Un legado que le costó la vida a plena luz del día, frente a la Iglesia La Merced, en el centro de la población.

Con la desmovilización paramilitar, en 2005, Tumaco volvió a convertirse en territorio de disputa entre las estructuras aliadas al narcotráfico y las Farc, que logró consolidar una importante red de milicianos agrupados en la columna móvil Daniel Aldana. Estructura que tomó distancia del Acuerdo de Paz y proveyó la base del Frente Oliver Sinisterra, que lidera alias Guacho, y cuyos mandos medios, como fueron alias Don Y y alias David, dos hermanos que manejaron, hasta el día de su muerte, el control del narcotráfico en buena parte del puerto. Al primero lo mataron las Farc en noviembre de 2016 y el segundo cayó en un operativo militar en septiembre pasado. Estos dos hermanos consolidaron un importante poder en Tumaco bajo la franquicia armada de Guacho. Sin embargo, en el puerto todo el mundo sabe que la alianza fue por un tema estratégico y que al final terminaron enfrentados.

Ni la muerte de Don Y ni la de David extinguieron el poder militar de estas estructuras urbanas de disidentes de las Farc. Y hoy se vive una grave situación humanitaria que ha perdido el interés de la opinión pública, pero no la intensidad de la guerra intraurbana. “Lo que está ocurriendo en Tumaco es una carnicería. Un horror que no tiene nombre pero sí apodo: ese es el tal posconflicto. Es la muestra perfecta de lo que ocurre cuando sale una estructura armada de las dimensiones de las Farc, pero no llega la institucionalidad. Eso sí, le han metido toda la Fuerza Pública del mundo, se habla de 9.000 a 12.000 efectivos. No solo nada ha cambiado, sino que se ha puesto peor. Todos los días matan gente, la desaparecen, la desplazan, la torturan y descuartizan”, dice un poblador indignado.

Según cuentan, Tumaco volvió a los tiempos en que sus barrios se dividieron por uniformes. “La gente de David controla La Ciudadela, Viento Libre, La Y, Panamá, La Paz, Obrero y El Triunfo. Guacho mantiene el dominio de El Milenio, 11 de Noviembre, El Voladero, Exportcol y El Morro. La guerra entre los dos está prendida. La gente que vive en los barrios de Guacho no puede ir a los de la gente de David porque la matan. Y todos los días se dan candela. Acaban de matar a un niño saliendo del colegio. La cosa está muy peluda. No le recomiendo seguir averiguando nada de lo que está pasando acá”, advirtió antes de perderse.

Un habitante de uno de los barrios de la gente de David, que incluso lo conoció desde cuando era niño, contó que junto a su hermano, Don Y, eran milicianos de las Farc y crecieron en uno de los esteros cerca a Tumaco. Que provienen de una familia muy pobre y que tras la desmovilización lograron recoger muchos de los contactos de las Farc en temas de narcotráfico. El relato de cómo murió David es propio de una de esas nuevas series de “narcos”. Cuentan que era un hombre muy esotérico y que desde hace siete años tenía una bruja de cabecera que vivía en Buenaventura y que fue ella el señuelo para ubicarlo.

“Inteligencia militar compró a la bruja y ella se prestó para montar el operativo en el que lo mataron. En el barrio todo el mundo habla de que ella le iba a hacer un rezo de protección, pero le puso unas condiciones. Le dijo que tenía que ser en la madrugada de un día de luna llena y que esa noche debía ubicarse sin escoltas en una casa que ellos definieron. La bruja le mandó un bebedizo que David debía tomarse a la una de la madrugada. Él se encontraba con su hermana y con su esposa, quienes lo iban a ayudar a hacerse los baños. Lo cierto es que lo que se tomó lo dejó paralizado. El man se desplomó y empezó a botar espuma por la boca. Al tiempo, la gente que le estaba haciendo guardia advirtió que el Ejército estaba cerrando el perímetro. El propio papá de David fue a buscarlo para sacarlo alzado, pero dizque el hombre se negó, que les dijo que todo iba a estar bien, que a él lo protegían los espíritus. Al rato tocaron la puerta, cuando la hermana abrió le cayó una lluvia de plomo. David y la hermana murieron y la esposa se salvó”, dice el relato.

“Mucho le advertimos al Gobierno de que lo que se venía en Tumaco iba a ser terrible si no implementaba juiciosamente el Acuerdo de Paz. Hubo unos líderes de las milicias que se pusieron la camiseta, tanto para lograr que un grupo importante de la Aldana se acogiera al Acuerdo, como para que varias familias del área rural suscribieran los acuerdos de sustitución. Los pela’os le metieron el pecho, pero el Gobierno no los protegió: a uno lo mataron y el otro está preso. Esto minó la confianza de muchas personas y provocó una guerra terrible entre los milicianos y la base social de las Farc. La muerte de Don Y desató una guerra de desconfianzas entre antiguos aliados. Este es el caldo de cultivo que le está dando cada día más fuerza a Guacho”, explicó un hombre muy cercano al proceso de negociación con la columna móvil Daniel Aldana.


“Es que el posconflicto necesita de oportunidades para esa gente, seguridad jurídica, física y económica. Imagínese que les dan un subsidio de $400.000, mientras la disidencia les ofrece $2’000.000 a los que menos experiencia tienen. Fuera de eso los están matando. Y eso que esto está militarizado. El narcotráfico se tomó el puerto tras la salida de las Farc y es que creen que matando a los cabecillas van a solucionarlo; no se dan cuenta de que mientras sigan administrando el territorio como lo vienen haciendo, van a tener el mismo resultado”, agregó. Y las cifras le dan la razón: según información oficial, entre el 1° de enero y el 5 de diciembre de este año se han registrado 595 investigaciones por homicidios en todo Nariño, de las cuales 237 se produjeron en Tumaco, lo que representa un incremento del 22,8 % con respecto al año pasado, cuando al mismo mes se reportaron 193 denuncias de asesinatos en el puerto.

Texto y fotos tomados de: https://colombia2020.elespectador.com/territorio/tumaco-una-guerra-llamada-posconflicto 

7 de diciembre de 2018

Afroparaguayos buscan reconocimiento como minoría étnica


Asociaciones afrodescendientes de comunidades que hace siglos viven en Paraguay buscan ser reconocidos como minoría étnica por el Estado paraguayo. Para ello, trabajan sobre un anteproyecto de ley con diferentes instituciones públicas.

Una de las comunidades afrodescendientes llegó cerca del año 1600 a territorios del Paraguay y otra, aproximadamente en 1820. A varios siglos de su llegada, hoy buscan ser reconocidos como minoría étnica por el Estado paraguayo.
El reconocimiento quieren obtenerlo mediante una ley cuyo anteproyecto es elaborado actualmente con diferentes instituciones públicas. El secretario de la Asociación Grupo Tradicional Kamba Cua y de la Red Paraguaya de Afrodescendientes, Guido Medina, brindó los detalles a Última Hora.
Este jueves, representantes de las asociaciones afrodescendientes mantuvieron una reunión con la Secretaría Nacional de Cultura a fin de conformar una mesa técnica y tratar el anteproyecto de ley de afrodescendientes.
Medina señaló que el mismo tratamiento se hizo con el Ministerio de Educación y Ciencias (MEC) y el Ministerio de Justicia, a través de la Dirección de Derechos Humanos.
“Hoy día estamos trabajando sobre el consenso, porque necesitamos el reconocimiento y la inclusión”, manifestó.
Asimismo, agregó que el proyecto se viene trabajando desde el año 2000, pero que no avanzó por las condiciones dadas y ante la falta de interés estatal.
¿Qué quieren reivindicar?
Mediante esta propuesta, primero quieren ser reconocidos oficialmente como minoría étnica de Paraguay y, además, que se incorpore en la historia el legado de sus comunidades, su participación y sus aportes en la conformación de la nación paraguaya en sus diversas expresiones culturales: arte, filosofía, saberes, costumbres, tradiciones, valores
Una vez obtenidas estas reivindicaciones también verán la forma de proponer políticas públicas que les favorezca en educación, salud y trabajo.
Históricamente, el Estado no reconoció que existe una población de origen africano en Paraguay, que no tiene casi acceso a la educación. Solo uno de cada 10 jóvenes (afrodescendientes) llega a la universidad, por eso queremos que un 30% tenga becas en universidades públicas y privadas, y en los cursillos de ingreso”, expuso Medina.
Por ello, quieren incluir este tema en el anteproyecto. Dijo que lucharán por cupos específicos destinados a los afrodescendientes.
“Así como las personas con discapacidad tienen un porcentaje de acceso laboral a la función pública por ley, nosotros también queremos trabajar”, agregó sobre la iniciativa que pretenden impulsar más adelante.
Una vez concluido el proyecto, verán cuáles son los mecanismos para presentarlo al Congreso.
Raíces africanas en Paraguay
Según los datos aportados por Guido Medina, en el Paraguay existen solamente tres comunidades afrodescendientes que están reconocidas como tal.
Una es Kamba Kokue y está en la ciudad de Paraguarí; la otra es Pardos Libres, en Emboscada, la cual llegó alrededor de los años 1600. La tercera es la más conocida, la tradicional Kamba Cua, que está en la ciudad de Fernando de la Mora. Medina pertenece a esta última comunidad, cuyos primeros integrantes –según él– llegaron al país en 1820.
Mencionó que hay más comunidades en otros puntos del territorio nacional, pero que no están oficialmente reconocidas como afrodescendientes, en San Roque González de Santa Cruz, Tavapy, Concepción y Areguá.
Una publicación del Correo Semanal indica que la población esclavizada proveniente de África existió en Paraguay desde tiempos de la conquista y cita como referencia a Josefina Plá, que lo mencionó en su célebre obra Hermano negro.
Este anteproyecto que es impulsado por la Asociación Grupo Tradicional Kamba Cua y la Red Paraguaya de Afrodescendientes es encarado en el marco del Decenio Internacional para los Afrodescendientes, de la Naciones Unidas, que sostiene que todos los países miembros deben implementar por 10 años políticas en favor de estos sectores. Comenzó el 1 de diciembre de 2015 y va hasta el 31 de diciembre de 2024.

“Para nosotros sería importantísimo que después de tantos años podamos reivindicar a nuestros ancestros (…), porque el Estado paraguayo estaría afirmando que tiene una población afrodescendiente”, concluyó Guido Medina.

Texto y fotos tomados íntegramente de: https://www.ultimahora.com/afrodescendientes-buscan-ser-reconocidos-como-minoria-etnica-paraguay-n2779756.html 

24 de octubre de 2018

Segundo Congreso Afropuertorriqueño

El Segundo Congreso de Afrodescendencia en Puerto Rico se celebrará del 29 al 31 de octubre de 2018 en la Universidad de Puerto Rico, centrado en la temática de la lucha por los derechos humanos y con el lema Reconocimiento, Justicia y Desarrollo.


Así se dio a conocer hoy durante una conferencia de prensa en la que participaron la doctora María Elba Torres, coordinadora general del proyecto, Héctor Dávalos cónsul general de México en la Isla, el rector interino del Recinto de Rio Piedras de la Universidad de Puerto Rico, el doctor Luis A. Ferrao Delgado y la Presidenta de la Federación Iberoamericana del Ombudsman (FIO), Iris Miriam Ruiz Class.
Gracias a la aportación del comité organizador, la comunidad universitaria y civil, la Facultad de Estudios Generales, y el apoyo de la Universidad de Puerto Rico, el congreso sesionará por tres días en el recinto de Río Piedras en un encuentro para reflexionar, debatir, y divulgar a partir del tema central: ¿Quiénes somos los afropuertorriqueños?, desde una perspectiva trans, inter y multidisciplinaria.

Bajo este tema se desarrollan nueve ejes temáticos que serán el hilo conductor de la discusión en el Congreso:

- Aportaciones de los afropuertorriqueños en la construcción del país;
- Sustentabilidad económica y comunitaria;
- Categorías étnicas y raciales en el censo;
- Presencia histórica y actual;
- Los afropuertorriqueños y la educación;
- Salud, ciencia, bienestar y desigualdad social;
- Los afrodescendientes en las artes, la música y los deportes;
- Religiones y espiritualidades;
- Los afropuertorriqueños en los medios.

Además, invitados internacionales acompañarán y apoyarán la discusión en múltiples disciplinas.

Entre los invitados especiales para este congreso figuran Francia Márquez Mina, líder afrocolombiana, activista y ganadora del premio ambiental Goldman; el licenciado Ebenecer López Ruyol, presidente del Comité Antirracismo del Colegio de Abogados de Puerto Rico; la doctora Georgina Falú Pesante, fundadora y presidenta de Falú Foundation; el licenciado Elías Murillo Martínez, experto independiente del Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial de la ONU; la doctora Marta Moreno Vega, presidenta de Creative Justice Initiative; el doctor Onaje Muid, experto en comunidades afrodescendientes en Nueva York; y el Sr. Héctor Daniel Dávalos Martínez, Cónsul General de México en Puerto Rico, entre otros actores.

Los afropuertorriqueños se encuentran entre las poblaciones con mayores retos en nuestra isla, para ejercer plenamente sus derechos individuales y alcanzar su desarrollo óptimo, tanto individual como comunitario. Se encuentran entre las comunidades más vulnerables y excluidas y han sufrido el racismo y la discriminación racial institucional que aún está presente en nuestra sociedad.

La desigualdad, su invisibilidad en muchas áreas del haber socio político y el racismo institucionalizado obligan a las poblaciones afrodescendientes a un estilo de vida lleno dificultades, de violencia, de drogas, y de escasa salud, e impide el pleno ejercicio de sus derechos humanos.

“Proveer espacios para su desarrollo, crear política pública para reconocer su aportación a la construcción del país y poner en práctica medidas que aseguren su igualdad ante la ley es crítico para los afropuertorriqueños y afropuertorriqueñas del siglo 21”, consignaron los promoventes del evento.

A la luz de la Resolución 68/237 de la Asamblea General de las Naciones Unidas promulgando el Decenio Internacional para los Afrodescendientes (2015-2024) y el desarraigado silencio que por siglos ha permanecido en el archipiélago de Puerto Rico surge El Primer Congreso Afrodescendencia en Puerto Rico en 2015 en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras.

Allí un grupo multidisciplinario y multisectorial se unió para provocar entradas, investigaciones, preocupaciones, reconocimientos, miradas y justicias para las poblaciones africanas que se vieron obligadas a asentarse en Puerto Rico. Hoy sus descendientes y herederos sostienen un gran legado de conocimientos de vidas; de resiliencia y resistencia. Forjadores sustanciales de la formación de la nación puertorriqueña.

Fuente: El Vocero de Puerto Rico: https://www.elvocero.com/educacion/celebran-segundo-congreso-de-afrodescendencia/article_623bf248-d3a5-11e8-b2ea-cba582d2f251.html