El 2 de mayo de 2012, los sobrevivientes recordarán nuevamente , uno por uno y como todos los años, a sus 119 muertos (Ver: Audiogalería sobre la masacre de Bojayá y galería de fotos: Bojayá, 10 años después de la tragedia) |
Decenas
de cuerpos arrastró el río Atrato antes de ver las lágrimas del pueblo
de Bojayá. En sus caudalosas aguas está escrita la historia sangrienta
de las comunidades afrodescendientes e indígenas, que el 2 de mayo
vivieron la peor masacre de la historia de Colombia: 119 personas destrozadas por una pipeta de gas lanzada por las Farc, en medio de un combate con los paramilitares.
Eran las 10:43 de esa mañana cuando el
estruendo retumbó en el templo San Pablo Apóstol del caserío
Bellavista, cabecera municipal de Bojayá (Chocó). "Fueron diez
segundos de una eterna sordera. Quedamos envueltos en una nube de polvo
que luego se mezcló con sangre y con desgarradores gritos. Estábamos
inmersos en una catástrofe de muerte...". Graciano, uno de los
sobrevivientes, reaccionó con el peso de la viga que le cayó encima, su
cabeza sangraba y sus ojos no daban crédito a lo que veía: decenas de
cuerpos mutilados, pequeñas extremidades de niños literalmente
estampadas en lo que quedó de las paredes, mujeres embarazadas muertas,
muchas lesiones y fracturas, todos perdidos en medio de los
escombros... Dolorosas heridas abiertas, sobre todo en el alma, y que
diez años después no han sanado.
Empieza el terror
El preludio de la masacre empezó la tarde del 21 de abril, doce días antes, cuando 230 hombres del bloque Élmer Cárdenas de las autodefensas de Freddy Rendón, 'el Alemán', surcaron en sus lanchas las aguas del Atrato y, caserío por caserío, desde Riosucio, fueron asesinando a los que consideraban informantes de las Farc.
El preludio de la masacre empezó la tarde del 21 de abril, doce días antes, cuando 230 hombres del bloque Élmer Cárdenas de las autodefensas de Freddy Rendón, 'el Alemán', surcaron en sus lanchas las aguas del Atrato y, caserío por caserío, desde Riosucio, fueron asesinando a los que consideraban informantes de las Farc.
Siete días después, sobre las bocas del
río San Miguel, guerrilleros de los frentes 34 y 57 los interceptaron.
Ese fue su primer enfrentamiento antes de llegar a Bellavista.
Para el primero de mayo los paramilitares
ya habían llegado a Vigía del Fuerte, pero la guerrilla logró
emboscarlos y se desplazaron al caserío siguiente, la cabecera de
Bojayá.
"Esa noche del primero nosotros ya
estábamos concentrados en la iglesia porque era la única estructura en
cemento que nos podía proteger de las balas. El pueblo estaba
completamente inundado y era el único lugar seco. Ahí íbamos a esperar
a que pasara el combate... Éramos como quinientas almas", agrega
Graciano.
Toda la noche se escucharon las
ráfagas de lado y lado del río, y como a las 7 de la mañana del 2 de
mayo hubo un angustioso momento de silencio, que fue la antesala de la
barbarie.
Los guerrilleros, que habían ganado la
posición en el pueblo, instalaron una rampa para lanzar cilindros en el
patio de una de las casas. En la iglesia, la casa cural y la casa de
las Misioneras Agustinas, que hoy son las únicas habitantes allí, los
pobladores escucharon uno tras otro los tres cilindros que los
guerrilleros activaron, antes de que el cuarto cayera en el atrio de la
iglesia y Graciano quedara fundido en la eterna sordera de diez
segundos.
Pero a los paramilitares y guerrilleros no
les bastó con eso. Mientras los sobrevivientes salían en estampida, con
sus muertos y heridos en los brazos para intentar alcanzar alguna canoa
en el río, ellos abrieron fuego indiscriminadamente.
En la iglesia quedaron 119 muertos, 93
heridos y un cristo mutilado: testigo inerte para la historia de la
infamia del conflicto.
"Ni en sueños quiero volver a vivir eso.
Aquí solo nos ha quedado que uno impulse al otro para seguir adelante,
porque mantenemos el pánico. Diez años después ni los unos ni los otros
se han ido", asegura el hombre.
A los sobrevivientes no les gusta hablar
de lo que pasó; ellos quieren que se trabajé en lo que no se ha hecho.
"Triste que para el 24 de abril del 2002 ya existía una alerta temprana
de la Defensoría del Pueblo y nadie hizo nada por nosotros. El 12 de octubre del 2007 el presidente Uribe nos prometió una cancha para que los niños jugaran fútbol y no ha pasado nada", agrega una de las líderes comunales.
El olvido se pasea
El único Estado que conocen es el grupo
del Ejército y la Armada que trata de ganarse su confianza y de cumplir
con las responsabilidades que les corresponde a otras instituciones. El
hospital tiene solo el nombre porque los partos se hacen con luz de
velas; el profesor de educación física los aleja de los grupos armados
y las drogas en un potrero donde juegan a ser estrellas del balón pie
todas las tardes; y la corrupción parece rondar en las obras públicas
del municipio.
Lo peor de todo, según el diagnóstico de
la médica, a la que hace tres meses Caprecom no le paga el sueldo, es
que Bojayá es un pueblo sumido en un grave estado de estrés
postraumático. "Puedo decir que todos sufren de insomnio", señala. Diez años después las pesadillas tampoco se van, como las de la joven Noelia:
"A veces me sueño que estoy mirando el río y me parece ver a mi abuela y a mi hermanita venir en la panga.
Me estiran los brazos y yo también las quiero abrazar, pero cuando ya
están frente a mí, los hombres armados que les están apuntando les
disparan y las botan al río... Luego, el agua se vuelve toda roja. Ahí me despierto y me doy cuenta de que no era una pesadilla, es verdad".
Las condenas a los responsables de la masacre
En 2007 el Nuevo Bellavista fue reubicado a dos kilómetros del sitio donde ocurrió el ataque.
La primera condena emitida por la justicia colombiana, por la
masacre de Bojayá, fue de 36 años y seis meses de prisión para Héctor
Orlando Martínez Quinto, alias 'Panapanguero', guerrillero de las Farc.
Este hombre fue capturado en Costa Rica y extraditado en diciembre de
2006 a Colombia.
Igualmente, el Tribunal Superior de Quibdó confirmó la condena de 36
años y seis meses de prisión para el guerrillero José Antonio Rodríguez
Torres, alias 'Pájaro', del frente 57 de la Farc, por los delitos de
homicidio en persona protegida, lesiones personales en persona
protegida, actos de terrorismo, rebelión y destrucción de bienes
culturales y lugares de culto. Su captura se produjo en Cartago
(Valle).
También
están condenados otros 19 guerrilleros, entre los que se encuentra el
venezolano Ultimio Ramón Perea Montoya, alias 'Barbacha', y tiene
resolución de acusación Juvenal Ovidio Ricardo Palmera Pineda, alias
'Simón Trinidad', extraditado a EE.UU.
La nación también fue condenada, en mayo de 2008, "por no haber protegido a los habitantes de Bojayá",
ya que para el 24 de abril del 2002 existía una alerta temprana sobre
el avance de Farc y 'paras'. El Ministerio de Defensa pagó más de 1.552
millones de pesos a los familiares de las víctimas.
JINETH BEDOYA LIMA
Enviada Especial de EL TIEMPO
Bojayá.
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