25 de octubre de 2016

El despojo de los territorios ancestrales... el verdadero interés del uribismo en el plebiscito

En el siguiente artículo se evidencia cómo los intereses del uribismo con relación al proceso de paz están enfocados en el despojo de los territorios ancestrales de las comunidades afrodescendientes. En campaña contra el Plebiscito nos decían que nos iban a salvar de la dictadura gay, del castrochavismo, del ateismo... pero en realidad lo que buscan es continuar con su cadena de despojo aprovechándose de la supuesta legitimidad que ganaron engañando a los votantes.

POR: Jaime Arocha. 24/0ct/2016
Tomado de El Espectador

Acuerdo, ¿pero cómo?
Desde el 3 de octubre, en Blu Radio, Juan Lozano persiste en que el No abrió la oportunidad excepcional de lograr un gran acuerdo nacional alrededor de la paz.
 
Foto. El Espectador
¿Cómo lograrlo si al Centro Democrático le obsesiona rechazar, entre otros, el primer punto sobre reforma rural integral, proponiendo amparar la propiedad de segundos ocupantes de buena fe? En abril pasado, a esa tesis ya le habían hecho eco el exprocurador Ordóñez y José Félix Lafaurie, cuando se despacharon contra la ley de restitución de tierras en San Ángel. Difícil dejar de pensar en las víctimas de comunidades negras. No solo la administración Uribe Vélez priorizaba la incorporación de 600.000 hectáreas del Afropacífico a la cartografía de la palma aceitera, sino que en 2007 Fedepalma publicaba que “La vigencia de la Ley 70 (sobre los derechos de esas comunidades) ha representado para los cultivadores de palma muchas dificultades para extender sus áreas de cultivo y generar proyectos a gran escala, bien sea como propietarios particulares o con proyectos productivos con alianzas”.
 
Foto: Radio Macondo
Negar los contextos violentos del despojo ha sido medular para el uribismo. En 2006, así lo hizo Andrés Felipe Arias cuando era ministro de Agricultura, y le concedió a Hollman Morris una entrevista a propósito de los desplazados de Jiguamiandó y Curvarádó en el bajo Atrato. Luego de años de luchas, esas personas por fin habían retornado a sus territorios colectivos, para hallarlos sembrados de palma aceitera. Como el respectivo video muestra que hasta los cementerios habían sido profanados, cavando letrinas sobre las tumbas de los antepasados, Arias pedía ni satanizar a la palma, ni a los empresarios, quienes habían pasado por los filtros del Ministerio sin que se hubiera demostrado su mala fe. De esa manera dudaba de que los territorios en cuestión estuvieran amparados por la Ley 70 de 1993, y que los agroindustriales hubieran ocasionado daños ecosistémicos irreparables.

Ocho años más tarde, el Juzgado Quinto Penal del Circuito Especializado de Medellín emitió la sentencia 054 condenando a 18 empresarios de la palma aceitera por desplazamiento forzado, concierto para delinquir agravado, compra ilegal o invasión de territorios colectivos de Curvaradó y Jiguamiandó amparados por la Ley 70 de 1993 e invasión de áreas de especial importancia ecológica. Lo anterior además de la condena al general Rito Alejo del Rio por su responsabilidad en la operación Génisie causante en 1997 de los primeros desplazamientos de esa región.

En la actual coyuntura de incertidumbre, hay que recordar el conejo que los dos gobiernos de Uribe sí le metieron a las exigencias de justicia, reparación y no repetición contenidas en la jurisprudencia de la Corte Constitucional sobre el desplazamiento forzado de pueblos étnicos. Hoy la Comisión Étnica exige que no se modifique el capítulo étnico del acuerdo de paz. Ya hay voces internacionales a favor de esta exigencia, como la de la Coalición de Sindicalistas Negros de los Estados Unidos.

*Miembro fundador, Grupo de Estudios Afrocolombianos, Universidad Nacional.


Tomado de: http://www.elespectador.com/opinion/acuerdo

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